domingo, 30 de noviembre de 2014

Cuando se os oye pensar


El estupendo barítono Thomas Quasthoff

Los que crecéis en mi clase bajo el póster de ese concierto del Concertgewob con Bostridge y Quasthoff, sabéis que con frecuencia lo señalo para deciros algo que me resultó muy revelador oír a Quasthoff hace ahora bastantes años. Cantaba un joven barítono en Schwarzenberg. Algo no funcionaba y el propio chico dijo "es que tengo que pensar".. Y Quasthoff lo cortó con su tono imperioso y tajante. 

"No, no. No tienes que pensar. Si tienes que pensar, entonces es que algo falla".

Al principio el público de la sala lo interpretó como un chiste, fruto de la faceta de Quasthoff como showman. La frase encierra, sin embargo, una gran verdad: aunque no es cierto que todo funcione automáticamente en el canto, hay algunas cuestiones sobre las que no se puede pensar, que deben estar interiorizadas en el momento de la interpretación. 

Tres estupendas sopranos y dos tenores que visitan el aula 300 para trabajar repertorio tienen problemas relacionados con el hecho de pensar demasiado. Son tan responsables y quieren aquilatar tanto lo que hacen, que sea tan perfecto y cuidado que terminan por anteponer el pensamiento al sonido. Y, en ese momento, tengo que ponerme en marcha con la tarea de favorecer de nuevo la intuición, lo natural. 

A algunos no les importa que les permita relajarse, apearse de sus responsabilidades, "vaciar la cabeza para no molestar al resonador". Pero para otras y otros es complejo. Quieren seguir resolviendo problemas y rompecabezas, creen que si algo les resulta difícil el verdadero camino para resolverlo tiene que ser perseverar en la dificultad y hacerla aún más difícil. El problema aparecía en grado sumo en un tenor enormemente intelectual que terminó sus estudios en la 300 más o menos hace cuatro años. Ciertamente, en aquel momento, yo no tenía tan claros los problemas de pensar demasiado ni sus soluciones. Ahora lo detecto mejor: una de mis chicas y uno de mis chicos pierden todo el brillo y la proyección en el sonido cuando están demasiado obsesionados por controlarlo. Otra y otro lo comprimen intentando controlarlo, resultando de ello mayor tensión y menor calidad vocal. Al hacerlo, a esta chica se le activan además unas resonancias que hemos denominado "de la señorita Rottenmeier", porque dan como resultado un tono severo y agresivo. Al chico no le sucede esto, pero el sonido es excesivamente brillante, falsamente atenorado. Por último, tenemos el caso de una preciosa voz de soprano que altera su color y se convierte en una mezzo filósofa en el grave cuando piensa, dando como resultado dos colores en la voz. 


Robert Holl inclinado sobre un texto de Lied, ejemplo de cantante intelectual

Para todos ellos el resultado que mejor suele funcionar es pensar las cosas, razonar los problemas... y que les prohíba pensar en ellos. "Ahora que ya sabes qué es lo que no funciona, canta como si no lo supieras. Olvídate de todo". 

Olvidar es mucho más difícil que recordar. Relajados ante la idea de no tener que pensar en el problema, mis chicas y chicos abren la boca.. y el subconsciente activo se hace cargo de lo que les he prohibido que recuerden conscientemente. El sonido se relaja, la línea se flexibiliza, la voz alcanza su pleno apogeo en el resonador, su equilibrio perfecto de control y libertad.. y sí, muchas veces el alumnaje se queda aturdido porque saben que podrían no recordar ni recrear esa sensación ellos solos. 

Habrá quien se tome a broma que solamente se puede pensar "lo justo" al cantar. Parece dar a entender que un cantante demasiado intelectual es un problema en sí mismo. Pero no, nos referimos a la cantidad de pensamiento que puede asumirse MIENTRAS se está cantando, no en el momento de estudiar, de planificar una obra, de mejorar la cultura vocal, artística o musical. El exceso de responsabilidad molesta tanto al sonido natural como lo contrario, como la eterna sensación de que no hace falta pensar ni planificar nada... 


Castafiore, caricatura de una cantante lírica confiada a su intuición